
La noche estaba cayendo.
Calor, brisa marina y humedad.
Pero la magia, la magia de Cartagena comenzaba una vez más.
Frente a la iglesia de San Pedro Claver, las luces habían sido prendidas.
Esperaban ser repartidas sobre las mesas del restaurante.
La música comenzaba.
Duendes y magos de la noche comenzaban a llegar.
Qué texto emotivo, José.
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