Algunas veces uno se enamora de viejas tomas; son imágenes que quedan en la memoria y cuando nuestros ojos las vuelven a observar, después de un tiempo, renacen, como si fueran de una vida fantasmal, de otra vida, hasta es difícil creer que uno las ha capturado.
Aquí dos de ellas:
La primera de Cuba, precisamente de la Havana, ese mágico y bello país con su gente, su ritmo tan difícil de capturar con una cámara.
La segunda de un rincón de las Rabones, un pueblo de Traslasierra, Córdoba, que nos brinda sus colores y matices para recrearlos y producir imágenes cuasi pictóricas.

